Cuantas experiencias tenemos en la vida, muchas, a veces son impredecibles, a veces ni nos damos cuenta que las pasamos, pero siempre en el día a día existen y nos quedan en la memoria sin darnos cuenta, sin percibirlas.

Todas estas experiencias y anécdotas las transmitiremos de generación en generación, con la probabilidad de que las generaciones futuras entenderán cómo aprovechar los momentos de vida.   

De forma personal, resulta complicado negar algún suceso o experiencia de la vida, son muchísimos, de ahí el dicho de que “más sabe el diablo por viejo que por diablo” por eso cuento una que acaba de pasar y queda ya en la memoria:

El fin de la semana pasada fui a mi pueblo Huauchinango y viví lo que no me hubiera imaginado, primero el recuerdo de las ferias de las flores, he vivido todas, cada uno ha sido extraordinaria,  entendí muchas cosas en el comportamiento de las nuevas generaciones. Empieza con el gran evento de huehues, todos salen con vestuario tradicional y sonetes de grandes piezas musicales,  cuando digo todos, son toda la gente del centro y de los de los barrios, colonias y rancherías.

Al final se realiza una gran presentación de la fiesta en la explanada de nuestra escuela primaria,  La Betancourt. A la siguiente semana, en el mismo lugar se realiza la coronación de reinas la Xóchitl de las flores de los pueblos y la reina de las flores de la sociedad central. Ambas presentan en sus grandes tronos, observando las danzas que ahí se llevan a cabo, desde las más antiguas, santiagueros, tocotines y hasta la música más moderna.

Se cierra el evento con la danza de los cuatro elementos,  los cuatro palos de voladores, se termina la lluvia, se calma el viento,  el frío se vuelve mejor y vuelan con luces y centellas, cohetes y gritos.

El gran espectáculo musical de La Trevi, digno cierre sin duda de este buen festejo. En todo el pueblo se mezclan formas e interpretaciones, todos quieren participar, hay un descanso entre conferencias y eventos y a los ocho días es la clausura.

El santo entierro: el personaje santo y de grandes milagros pasea por la población, la gente canta, aplaude a su paso, visita todas las comunidades y regresa a su casa en el ex convento de San Agustín y para rematar llega Rigoberta Menchú, defensora de los derechos humanos y embajadora de buena voluntad de la UNESCO y da su plática a la comunidad. En la propia plaza el Presidente Gustavo Adolfo Vargas la recibe con su esposa, y comienza con un gran sentido de entender todo lo que pasa y es real en esta vida, un momento para meditar, qué tal dice: “que felicidad estar aquí ver a todos los que aquí pertenecen, niños, jóvenes, mayores, hombres y mujeres de Huauchinango. Me gusta estar en un pueblo originario de tradiciones y fiesta, un pueblo de sonoriza y alegra”, eso causó algarabía.

En mi experiencia fue un placer atenderla, me dijo: firmemos un convenio de cultura por muchos años más y replicó… los padres cuiden a sus hijos principalmente hasta los tres años, después hasta los 6 o 7 déjenlos ser felices conociendo y experimentando su entorno, de ahí hasta los 25 que maduren y aprendan, y ya hasta los 35 que se fortalezcan y decidan, para que cuando lleguen a los 65 tengan la fortaleza de dirigir y decidir por los demás y cuando sean mayores de 65 platiquen todas y cada una de las experiencias vividas, esa es nuestra obligación de vida, no corramos, hagámoslo y así seguiremos felices. Cuando escuchas eso te preguntas, en qué etapa estás y reaccionas a lo que te toca hacer para los demás y eso es experiencia, la cuento porque siempre necesitamos aprender de todos y todas las leyes de la vida.