El significado de la palabra “Crónica” según el Diccionario de la Real Academía Española (RAE) es el siguiente: Narración histórica en que se sigue el orden consecutivo de los acontecimientos. A su vez encontramos otros terminos, siendo su origen proveniente del latín chronica, que deriva del griego kronika biblios, es decir, libros que siguen el orden del tiempo, según el término griego chronos que significa tiempo.
El cronista como su nombre lo indica, es el relator de los acontecimientos que le han tocado vivir, es testigo de su tiempo. Muchas veces al cronista se le confunde con el “historiador” de cada lugar. Esta confusión la refuerzan los mismos cronistas, que en muchos de los casos son historiadores de profesión, aspecto que les permite aplicar las técnicas de esta disciplina a los trabajos que presentan; técnicas a las que hasta hace algunos años, la historia académica concedia mayor valor que la tradición oral. Este formalismo esta cambiando, y a pesar de ello, los cronistas que no tienen la profesión, la mayoría de ellos, se sienten o son obligados a ser historiadores, en lugar de fungir como relatores de los acontecimientos de su tiempo.

El cronista, si ha de ser verdadero cronista, tiene que observarlo todo para dar cuenta exacta de lo acontecido, sirviendo sus palabras como documento histórico de la posteridad. Se podria decir que existen diversas formas de ser un cronista, tenemos por ejemplo a los testigos presenciales de los hechos, a los que son protagonistas de los sucesos, a los cronistas que basan su trabajo en testimonios, a quienes documentan todo y son quienes diluyen su voz con el paso del tiempo, el cronista es aquel personaje que se ha vuelto tan indispensable para las comunidades y a la vez tal olvidado. A pesar de que su vida y obra pasaría al conocimiento de las futuras generaciones.
El Camino del Cronista
El camino que recorre el cronista se nutre de la capacidad y tenacidad de indagar día con día aquellos hechos sobresalientes que construyeron el presente de los pueblos, lo que deriva en una sensación de viajar a través del tiempo para tratar de entender los sucesos acaecidos, ya que no basta sólo con conocer nuestra historia personal –importante también–, sino que es necesario conocer a fondo la crónica de nuestra gente y de nuestro municipio, al cual nos debemos, así como a nuestro país.
Cabe mencionar que muchas veces como cronistas caemos en el error de dejar atrás la formalidad de llevar un control de los hechos diarios, quizá por la sensación de que son más importantes los sucesos pasados, y no nos percatamos que cada día estamos contemplando acontecimientos de trascendencia que, de no valorarlos, se pueden extraviar en el mar de memorias y recuerdos. El cronista está obligado a dar a conocer su trabajo, por muy sencillo que éste sea, de manera honesta, para así enseñar a futuras generaciones a conocer y amar su ciudad desde el comienzo. La mayoría de los cronistas de comunidades nos dedicamos a diferentes labores y, poco a poco, nos vamos acercando al sueño compartido de plasmar o ser el portavoz de los anales de la historia de nuestra comunidad, de las alegrías o de la rabia de nuestro pueblo.
Todos somos parte de la historia, todos la edificamos; en este proceso también debemos incluir a los profesionistas que, desde una investigación histórica más especializada, abordan la crónica, tales como historiadores, arqueólogos, antropólogos, entre otros. En este tránsito como cronista es indudable la cantidad de obstáculos a los que hay que enfrentarse, desde la falta de recurso económico, la escasez de tiempo para tener los datos completos de una investigación, hasta perder a las únicas fuentes cercanas. No obstante, esto tiene que pasar a segundo plano, porque el objetivo primordial del quehacer del cronista es el amor por su comunidad, todo lo que conocemos y vivimos es crónica; lo que ahora consideramos nimio, con el paso del tiempo será parte del legado que dejaremos como narradores de la historia, seguramente con el pasar de los años, esta tarea que llena de orgullo se seguirá reconociendo. Cuando se hace labor de cronista no basta con recurrir a la investigación de libros, publicaciones, revistas, periódicos, fotografías, documentos, carteles, programas, volantes, objetos, etcétera, también es importante generar documentos nuevos que en algún tiempo puedan tener valor emotivo e histórico para aquellos que se encargarán de recibir, clasificar, conservar, depurar, organizar, custodiar y difundir los documentos que hoy se están escribiendo.

Actualmente, el estado de Puebla cuenta con un Consejo de la Crónica que reitera el compromiso con los cronistas y con la sociedad para servir a la comunidad y de erigir la historia del estado a través de sus textos, pero también de sus monumentos, arquitectura y sitios históricos, ya que esta entidad posee riquezas inconmensurables. Un pueblo que no documenta su historia está destinado al olvido. Como cronistas nos corresponde difundir todo aquello que dio, da y dará vida a nuestra sociedad, adecuándonos a las transformaciones y, sólo así, con el transcurso de los años, nuestros sucesores se guiarán por este camino que desde un principio nos fue trazado.